Como reflejo de
su accionar en la Secretaría de Trabajo del gobierno dictatorial de Edelmiro
Farrell, el coronel Juan D. Perón se atrae la oposición de los sectores más
privilegiados de la sociedad: terratenientes (Sociedad Rural Argentina y
Confederaciones Rurales Argentinas), industriales (UIA), sectores católicos,
centrales estudiantiles universitarias y casi todo el arco de la burguesía
nacional. Esto desata una serie de marchas y protestas (incluido un conato de
golpe de estado) que acaban haciendo tambalear al gobierno y terminan generando
la renuncia de Perón a su cargo y su posterior encarcelamiento.

Como es sabido,
el sujeto social que estaba institucionalmente invisibilizado, es decir, los
trabajadores y el pueblo en general, aparecen en la escena política nacional el
17 de octubre y le devuelven el lugar protagónico a su líder. En las elecciones
que se llevaron adelante el 24 de Febrero de 1946, Perón fue candidato por un
partido creado a tal efecto, el Partido Laborista. Frente a este partido
desconocido se agrupaban las fuerzas opositoras hasta conformar un gran
movimiento antiperonista, que incluyó a los partidos Comunista, Socialista,
Unión Cívica Radical, Demócrata Progresista, Conservador, la Federación
Universitaria Argentina (FUA), la Sociedad Rural (terratenientes), la Unión
Industrial (grandes empresas), la Bolsa de Comercio, y los sindicatos
opositores. Esta fuerza estuvo promovida por la embajada de Estados Unidos
dirigida por SpruilleBraden, quien durante su breve gestión como embajador, y
valiéndose de un excelente dominio del idioma castellano, actuó como virtual
líder político de la oposición.

Contra todo pronóstico, y
mediante el apoyo de los trabajadores, ganó las
elecciones Perón, obteniendo más del 53% de votos del electorado habilitado,
con un total de casi un millón y medio de sufragios y ganando en todas las
provincias menos en Corrientes. Accedió así a la presidencia en un mandato que irá de 1946 a 1952, año en el que
resultó reelecto.

Asimismo, a un año de las elecciones que lo consagraron presidente de la república, el 24 de febrero de 1947 Juan Domingo Perón anuncia los Derechos del Trabajador, paso con el que Argentina se aprestaba a adaptarse a los grandes y acelerados cambios de la época, incorporándose a las corrientes m s avanzadas del mundo de posguerra y abriendo a las influencias del constitucionalismo social, superador tanto de las corrientes individualistas, como del colectivismo que preconizaban los regímenes totalitarios.

Por su contenido y su alcance universal, los fundamentos y los diez puntos que sintetizan estos derechos (convertidos en ley el 7 de marzo de ese año) trascienden las fronteras políticas internas, sectoriales e ideológicas, los límites temporales de una gestión gubernamental y también sobrepasan las demarcaciones geográficas y jurídicas del Estado argentino.